jueves, 1 de enero de 2009

50 años de la revolución Cubana.


“Nuestro campo de batalla abarca todo el mundo”, insistía Fidel cada vez que podía. Nosotros seguimos creyendo en eso. ¿Está mal?
Que la revolución cubana no abandone ese internacionalismo resulta esencial para su supervivencia. No es la política diplomática del “buen vecino” la que frenará la voracidad y la agresividad del imperialismo sino la emergencia de nuevas luchas radicales y el fortalecimiento de las que ya existen.
Seamos claros en este sentido y evitemos cualquier posible ambigüedad. Nos repugna el lenguaje de los eufemismos y las medias tintas. Sólo la verdad es revolucionaria. Hoy más que nunca hay que apoyar las luchas de la insurgencia en América Latina como la mejor manera de solidarizarnos y defender la revolución cubana. Para que Cuba no siga peleando solita frente al imperio más poderoso de la Tierra hacen faltan nuevas resistencias. Y cuando hablamos de insurgencia nos referimos explícitamente a la mexicana y a la colombiana, pero principalmente a ésta última, bastante más poderosa y mucho más radical que aquella otra (no casualmente mucho más demonizada desde el macartismo yanqui y sus medios de masivos de manipulación que pretenden asociarla con el narcotráfico o deslegitimarla llamándola “terrorista”). A no engañarnos, compañeros y compañeras. Cada golpe dado por la insurgencia contra los gringos en Colombia resulta infinitamente más solidario con la revolución cubana que mil turistas que pasean bronceados y se toman fotos por las playas de Varadero.
Cuba y su revolución, tan querida y tan admirada por todos nosotros, no pueden ni deben abandonar a los movimientos sociales latinoamericanos ni darles la espalda a las experiencias políticas más radicales en aras del entendimiento o la convivencia diplomática con gobiernos que, supuestamente, no atacan a Cuba.La mejor solidaridad con la dignidad de esta revolución caribeña que hoy cumple 50 años y con su heroico pueblo que la ha sostenido cada día y cada minuto frente a la bestia imperial, la solidaridad más eficaz, la más digna, la más justa, la más realista, consiste en continuar la confrontación contra el capital, organizarse, prepararse para acelerar las luchas, recuperando el espíritu de ofensiva de los años ’20 y los años ‘60, combatiendo al imperialismo donde quiera que esté.
Seamos realistas. Pisemos firme. No nos mareemos. Necesitamos ubicarnos en nuestra época. Pues bien. Ya no estamos en el desierto de los años ’90, la situación latinoamericana ha cambiado. Tenemos que dejar la mentalidad defensiva de aquellos años tristes y mediocres posteriores a la caída del muro de Berlín y la derrota del sandinismo en Nicaragua. La impostergable solidaridad con la revolución cubana tiene que tener en cuenta ese dato.
En las nuevas luchas que se avecinan en este siglo XXI la bandera gloriosa de la revolución cubana seguirá flameando. En cada barrio, en cada fábrica, en cada hacienda, en cada escuela, en cada selva y en cada montaña en que se levante una nueva generación insurgente y revolucionaria habrá corazones palpitando junto a Cuba.
Estamos seguros que los trabajadores, las campesinas, los estudiantes, las mujeres, los defensores del medio ambiente, las guerrilleras, los combatientes y todos los militantes latinoamericanos por el socialismo seguirán llevando en el corazón la estrella incandescente de la revolución cubana, junto a la alegría y al ejemplo de su pueblo.
¡Salud queridos hermanos y hermanas de Cuba!
Nos seguiremos encontrando en la lucha...
Hasta la victoria siempre!

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